Tal como le ocurrió a Naomi Watts con «Diana» (2013), Nicole Kidman debe cargar con el peso histórico de una rubia leyenda femenina de la realeza europea, y en dicha tarea el resultado deja más morisquetas que aplausos.
A «Grace de Mónaco» (2014) le falta alma. De factura francesa y con Kidman en el estelar y Tim Roth encarnando a Rainiero, uno que desde su sobria tribuna en la vida real ha impugnado la cinta, la película aunque alejada del glamour y más cercana al thriller político, divaga entre estos ambientes tan disimiles apostando por idealizar a la actriz de Pennsylvania y entregando un híbrido tan extraño como la actuación del propio Roth.
Los secundarios son otro mundo aparte en este film; presentados de modo casi formal al espectador y aparte de la historia, en muchos casos ni siquiera se entiende su rol y en intentar descubrirlo se te va la película.
Al igual como lo ocurrido con Lady Di, con Grace Kelly todo es pulcro, limpio e incuestionable. La promesa de conocer facetas más íntimas y humanas de su figura se esfuma y el perfil creado termina pareciéndose a una teleserie más que a hay una cinta tipo bio.
Analizarla es tan difícil como encontrar puntos que sumen en la evaluación. Si bien se preocupa de las formas y aspectos secundarios por ejemplo en lo estético, a la hora de ahondar en el objetivo, el método y la realización la deuda es mayúscula. No se vislumbra el fin, que pretende heredar, dejar en la memoria, en una duda demasiado importante como para pasarla por alto y que incomoda en todo el transcurso de la película.
Una lamentable opción desperdiciada, curiosamente hubiera sido una buena o mejor cinta sin Grace de Mónaco como eje.
Mala. Una farra de garbo mal encausada.
😦