¿Qué tienen en común las cintas «Machuca» (2004), «La nana» (2009), «La vida de los peces» y «Post Mortem» (2010), «Violeta se fue a los cielos» (2011), «No» (2012), «Gloria» (2013), «Una mujer fantástica» y «Neruda» (2016), por nombrar solo algunas? No se trata simplemente de cine chileno de este siglo, donde los talentos de directores como Sebastián Lelio, Pablo Larraín y Andrés Wood se repiten en la lista y han cosechado reconocimientos internacionales, sino que son producciones auspiciadas económicamente por el Banco del Estado de Chile. Una entidad que formalmente anunció que cesarán sus apoyos para las artes nacionales en la gran pantalla debido a razones económicas. Respaldo que ya era considerado insuficiente entre cineastas y ahora se esfuma.
Fueron 14 años del Programa de Fomento al Cine Chileno con más de 110 cintas que comerciales o más “artísticas”, contaron con alrededor de 200 millones de pesos anuales (unos 253 mil euros) repartidos en una decena de títulos y principalmente destinados a distribución. Banco Estado ha aclarado que se trata en rigor de 77 títulos y que la entidad cuyo símbolo es un simpático pato amarillo “no da créditos”. El mecanismo más bien obedece a un pago por cada persona que vea el logo del banco al inicio de una exhibición, tomando como base el costo por contacto efectivo promedio de un spot publicitario de 30 segundos en salas de cine. 200 millones dicen las Asociaciones, tampoco parece mucho considerando los márgenes de excedentes por sobre los 9 mil millones de pesos del ente estatal.
Pero esta es solo parte de la odisea para los realizadores que deben recurrir a sus ahorros, usar su metraje para hacer “placement” de marcas descaradamente, buscar patrocinadores privados o coproducciones con el exterior, reclamando de paso lo exiguo de las “ayudas” del Estado, que aporta menos de un 2% de apoyo a las artes dentro del PIB del país.
Viendo el panorama del cine chileno y sus resultados el contraste es inevitable en medio de un abanico de premios recibidos en los años recientes. «No» de Pablo Larraín llegó a disputar el Óscar a Mejor Película de habla no inglesa, quedándose con el Premio Quincena de Realizadores en el Festival de Cannes, Mejor película en La Habana, entre otros. Años más tarde Sebastián Lelio levantó la estatuilla de Hollywood y todo el mundo con “Una mujer fantástica” e «Historia de un oso» de Osorio y Escala, hizo lo propio en la categoría de cortometrajes. Éxitos en el circuito europeo y latinoamericano en certámenes de cine que no se condicen con la reciente decisión.
Fue el Ministerio de Hacienda el que instruyó a Banco Estado a dejar de financiar el cine chileno, a través de fondos concursables como funciona actualmente. Un aporte que al igual que su reciente decisión en rigor, está sujeto a múltiples aristas, incluyendo la del respaldo ciudadano. El hashtag en redes sociales #DefiendoCineChileno se viralizó rápidamente en las primeras semanas luego de conocido el nuevo escenario, el gremio audiovisual de realizadores gestionó actividades públicas y reuniones con parlamentarios pero transcurridas varias semanas la empatía o poder de restablecer la balanza no parece haber dado resultado.
Podemos deducir varios factores: A) Respaldo ciudadano. En promedio el público chileno en las salas de cine (un mercado minúsculo) del total de la cartelera prefiere con suerte el 10% de las apuestas nacionales según las últimas cifras. Por ende, pese a celebrar los triunfos de esta modesta industria, no hay un arraigo o con sus historias, personajes o simplemente afinidad empática para respaldar su causa por más justa que sea. Además cualquier empresa que no se auto financie en estos tiempos no goza de tanto respaldo.
B) Prioridades políticas. Aunque las reuniones con parlamentarios fueron motivo de fotografías y declaraciones a los medios, hoy no hay gestiones concretas o con resultados tangibles por reponer los apoyos al cine. Una prueba es el proyecto de acuerdo del Senado (una mera declaración de voluntad) que pide al Presidente revertir la decisión y que lleva semanas esperando ser votado y eso que no es vinculante en lo absoluto.
El cine chileno de este modo, buscando lianas entre las cuales moverse hacia adelante y subsistir, se une a otras áreas como el deporte, entre la poca atención de sus connacionales, cada uno en sus problemas, entre los debates políticos de gobiernos que pregonan austeridad en medio de reportajes que develan abusos a diestra y siniestra y pruebas blandas que demostrarían que “no están tan abandonados como se piensa”. Lo cierto es que el telón para cortar la racha dorada de los últimos años con sendos reconocimientos a las historias de esta parte del mundo se ha abierto y la precariedad y paños menores en que siguen bregando los profesionales audiovisuales queda nuevamente en evidencia. Veremos cómo evoluciona este drama, tristemente devenido en largometraje y que está sucumbiendo ante los designios del mercado, pero el financiero.
Christian Reyes /
Santiago de Chile
para thejournalist.es