Deambulando por la web, aunque son varios los portales y guías que ahondan en la variedad de antros y bares de la desdeñada capital chilensis, di con un blog bastante bien hechito, con más contenido que parafernalia y que registra los principales puntos del chupar criollo.
«Bares y pubs miserables para parceros y parceras» es el nombre del sitio que, lamentablemente como suele ocurrir, ha pasado tiempo sin actualizarse.
Pese a esta contra, la autodefinida «guía comprehensiva, genealógica y bestiario de sucuchos, bares y pubs de Santiago de Chile para disfrutar» es un aporte indudable y los llamo a considerarla.
Honores a su autor «Parcero bueno» y para muestra un botón:
Sobre el eje universitario Makalú/El Cerveza: «Alcoholizados jóvenes en la flor de su vida entran y salen desde las 12 del día hasta altas horas de la noche (viernes y sábado son la excepción ya que los bares cierran más tarde), oficinistas del sector también abundan. No puedo hablar mal de estos locales ya que he disfrutado muchas veces en ellos a pesar de que aburre lo plano de la experiencia en ellos, volver a ir es como un deja vú».
Otro, del K-Zador: «…También tiene una vieja campana que exhibe las abolladuras de años de ser tañida por el borrachín de turno y una notable fuente de agua, hoy inhabilitada y que ya sólo sirve para hacer tropezar al parroquiano novato en el local. Tiene un wurlitzer (a dos gambas) orientado al metalero y al nostálgico del rock ochentero en español. Si estás de suerte, el barman-cajero lo libera, regalando temas y haciendo felices a quienes prefieren invertir todo su capital (K) en alcohol».
El huaso Carlos, «con huevo duro a 200 pesos, y la pichanga a 1500» o el Bar Serena donde «el garzón Don Manuel, que bordea los 80 años es un personaje al igual que Don Hernán en la barra» son sólo algunos de la lista de hitos urbano-guachacas (de los de verdad, sin gremios) que no se puede dejar de examinar.
Un hallazgo que ojalá renazca, porque hace falta, recuerda viejos tiempos y hace honor a ese peculiar enunciado de «la Báltica no se mancha».